miércoles, 7 de septiembre de 2016

NIÑEZ TEMPRANA

 Tercera etapa

El periodo entre los tres y los seis años es fundamental en el desarrollo psicosocial de los niños. En este capítulo analizaremos la comprensión que tienen los niños preescolares de sí mismos y de sus sentimientos. Veremos cómo surge su sentido de identidad masculina o femenina y cómo repercute en su conducta. Describiremos la actividad a la que se suelen dedicar los niños la mayor parte de su tiempo en los países industrializados: el juego. Estudiaremos la influencia, para bien o para mal, de lo que hacen los padres. Por último, analizaremos las relaciones con los hermanos y otros niños.

El juego da a los niños la oportunidad de practicar lo que están aprendiendo… Tienen que jugar con lo que saben que es verdad para descubrir más, y luego pueden usar lo que aprenden en nuevas formas de juego.
—Fred Rogers (1983).

INICIATIVA VS CULPA

Tercera etapa del desarrollo psicosocial propuesto por Erikson, en la cual los niños equilibran el impulso por perseguir metas con las reservas acerca de hacerlo.


La necesidad de lidiar con sentimientos contradictorios acerca del yo está en el centro de la tercera etapa del desarrollo de la personalidad identificada por Erikson (1950): iniciativa frente a culpa. El conflicto surge del deseo cada vez mayor de planear y realizar actividades y de los crecientes remordimientos de conciencia ante ese deseo. Los niños de edad preescolar pueden —y quieren—, hacer cada vez más cosas. Al mismo tiempo están aprendiendo que algunas de esas cosas obtienen aprobación social pero otras no. ¿Cómo concilian su deseo de hacer con su deseo de aprobación? Este conflicto marca una división entre dos partes de la personalidad: aquella en la que se sigue siendo un niño, llena de exuberancia y de deseo de intentar cosas nuevas y probar diferentes competencias, y la parte que se está convirtiendo en adulto, que examina de manera constante lo adecuado de los motivos y acciones. Los niños que aprenden cómo regular esas pulsiones contrarias desarrollan la virtud del propósito, el valor de prever y perseguir metas sin inhibirse demasiado por la culpa o el temor al castigo (Erikson, 1982).


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